El rugido de la inclusión: El Rey León y la magia de su función para neurodivergentes

Libertad, empatía y ajustes sensoriales: una jornada única donde niños y familias disfrutaron del teatro sin barreras

El Rey León el musical llevó a cabo una función realmente única en su especie: una función relajada diseñada especialmente para personas con autismo u otras neurodivergencias el pasado 30 de noviembre en el Teatro Telcel en la Ciudad de México, con el fin de generar un espacio de entretenimiento inclusivo, donde cada asistente pudiera disfrutar del espectáculo libre y plenamente. Fue una jornada donde la magia de la sabana se mezcló con el rugido de la inclusión.

Desde el momento de la llegada al teatro, además del staff del venue, pudimos ver a muchísimos voluntarios de la organización Iluminemos por el Autismo, convertidos en guías de apoyo, presentes en las áreas de descanso y en los stands donde las familias podían solicitar su kit sensorial de cortesía. Al ser un horario familiar, el público era variado y vibrante, muchas familias con niños, personas con discapacidad, autismo y otras neurodivergencias, siendo la diversidad parte clave y fundamental de esta función histórica.

Antes de que las luces se atenuaran, los actores Eli Nassau (Timón) y Sergio Carranza (Pumba) dieron la bienvenida al público. Su mensaje fue simple, pero poderoso: una invitación a ver el show "de la manera en cómo todos ustedes quieran".

Tal y como se prometió, una vez que empezó el show, el corazón de la función latió a un ritmo mucho más suave. Desde el inicio con el primer verso del Ciclo Vital, la música, el elemento más característico de esta obra fue atenuada a un volumen significativamente más moderado en comparación con una función regular. La iluminación también se adaptó: se realizaron ajustes cuidadosos para evitar efectos low-key o láser que pudieran generar malestar visual. Este equilibrio sensorial garantizó que todas las personas, independientemente de su sensibilidad, pudieran disfrutar del espectáculo sin generar ningún tipo de inconveniente y a su manera.

Esto fue lo más conmovedor: la total libertad de expresión que reinó durante toda la obra. En esta función, gritar, llorar, brincar en los asientos, cantar a todo pulmón o reír a carcajadas no era motivo de incomodidad, sino una celebración de la alegría. La sala se convirtió en un espacio seguro donde nadie sintió que molestaba a los demás por expresarse, sobre todo para las familias que muchas veces no pueden asistir a este tipo de espacios justo para no afectar a otras personas. Asimismo, los voluntarios estuvieron atentos en todo momento, brindando apoyo a aquellos que necesitaron un respiro y tuvieron que salirse un rato de la sala de manera temporal.

Al final, la emoción desbordó el recinto. Más allá de la majestuosidad de la obra, el verdadero triunfo fue poder presenciar por fin un espacio en donde los niños y personas con autismo, síndrome de Down, y otras condiciones, pudieron disfrutar de una obra de teatro musical como cualquier otra persona. Es una realidad que los espacios de entretenimiento adaptados para este tipo de público son escasos y el hecho de que El Rey León en México haya sido pionero en brindar una función inclusiva de esta escala no es solo un gesto admirable, sino un poderoso ejemplo, a tal punto que vinieron muchos ejecutivos de Disney de otras partes de América Latina a ver la ejecución de esta función relajada implementada.

Este rugido de empatía sienta un precedente histórico y nos permite soñar con un futuro en donde al momento que se abre el telón de un escenario y empieza la música en todo su esplendor, las personas con neurodivergencias no tengan que adaptarse al resto del mundo, si no que el mundo les ofrezca experiencias pensadas para ellos y sus familias. La magia del teatro no solo es posible por las luces más vibrantes, ni por el sonido vibrante ni por las mejores interpretaciones sino también cuando estos espacios son diversos e incluyentes.

Vladimir Arteaga Figueroa

Especialista de tendencias, lifestyle, Inteligencia...