El poder invisible del tacto: Por qué nuestro cerebro necesita caricias para sobrevivir
La ciencia revela cómo el contacto físico actúa como una medicina natural capaz de reducir el estrés, aliviar el dolor y fortalecer el sistema inmunitario

A menudo pensamos que la comunicación humana se limita a las palabras o los gestos. Sin embargo, existe un lenguaje silencioso que aprendemos incluso antes de nacer y que nos acompaña hasta el último suspiro: el tacto. Investigaciones recientes han demostrado que una simple caricia suave no es solo un gesto de afecto, sino una necesidad biológica tan vital como el aire o el alimento. Desde los primeros momentos de vida, el contacto físico ayuda a estabilizar funciones básicas del cuerpo como la respiración y el ritmo cardíaco, sentando las bases de nuestra salud mental a largo plazo.


¿Qué sucede en nuestro cuerpo cuando alguien nos acaricia?
Acorde a un documental sobre este tema de la Deutsche Welle cuando recibimos una caricia suave, se activa un sistema sensorial sumamente especializado. A finales de la década de los 2000, los científicos descubrieron las denominadas "fibras táctiles C", un tipo de nervio que reacciona exclusivamente al contacto lento y agradable, como el de una caricia a la velocidad y temperatura de la mano humana. Estas fibras envían señales directamente a las áreas del cerebro responsables de procesar las emociones y el placer.
Este proceso desencadena un beneficio inmediato: la liberación de un "cóctel" de bienestar en el organismo.
- Oxitocina: Conocida como la hormona del vínculo, nos hace sentir seguros y conectados.
- Endorfinas: Actúan como analgésicos naturales que generan euforia.
- Reducción de Cortisol: Las caricias disminuyen drásticamente los niveles de la hormona del estrés, permitiendo que el cuerpo se relaje y se recupere.
¿Puede una caricia realmente aliviar el dolor físico?
La respuesta es un sí rotundo. De forma intuitiva, cuando nos golpeamos, solemos frotar la zona afectada. La ciencia explica que, al hacerlo, enviamos señales de caricia positivas que compiten con las señales de dolor en la médula espinal. El cerebro, al recibir ambos estímulos, prioriza el contacto agradable y ordena reducir la actividad de las neuronas que transmiten el dolor. Este efecto analgésico no se limita solo a lo físico; en momentos de angustia emocional, un abrazo suele ser mucho más efectivo que cualquier discurso, proporcionando una profundidad de consuelo que las palabras no alcanzan.


¿Qué riesgos corremos ante la falta de contacto físico?
La soledad y la falta de contacto, especialmente agravadas en la era digital y tras periodos de distanciamiento social, tienen consecuencias alarmantes. Los expertos señalan que la "hambre de piel" puede elevar el riesgo de padecer depresión, ansiedad e incluso enfermedades cardiovasculares. De hecho, la probabilidad de muerte prematura por soledad es casi de un 45%, una cifra que supera los riesgos asociados al tabaquismo o la obesidad. Sin ese estímulo táctil, nuestro cerebro entra en un estado de alerta constante, buscando sustitutos poco saludables como el exceso de comida o alcohol para intentar recuperar esa sensación de recompensa que normalmente nos daría un abrazo.

Vladimir Arteaga Figueroa
Especialista de tendencias, lifestyle, Inteligencia Artificial, tecnología y videojuegos en Radiopolis...


