De la rebeldía al Tiny Desk: La consagración global de 31 Minutos

Un viaje desde la sátira local chilena hasta convertirse en un ícono de resistencia cultural latinoamericana

Este 2025, el mundo fue testigo de un hito que, aunque inesperado, se sintió inevitable para los fanáticos de la cultura pop latinoamericana: 31 Minutos llegó al Tiny Desk de NPR. Lo que comenzó como un ensayo meticuloso en Santiago para recrear la intimidad del set original en Washington, se transformó rápidamente en un fenómeno viral. En menos de 12 horas, el video superó el millón de visitas (al momento de la redacción de esta nota tiene 14 millones), y en pocos días, esa cifra se multiplicó por diez. La prensa internacional no tardó en calificarlo como un acto de "resistencia cultural", validando que unos títeres hechos a mano y con materiales reciclados podían conquistar el escenario musical más selecto del mundo, derrotando lo digital con pura artesanía y corazón.

Pero para entender la magnitud de este evento, debemos rebobinar la cinta y mirar hacia el pasado, mucho antes de que Tulio Triviño y Juan Carlos Bodoque fueran estrellas internacionales.

¿Cómo nació el noticiero más veraz de la televisión?

La historia de 31 Minutos hunde sus raíces en la oscura época de la dictadura chilena, donde la televisión era un vehículo de censura y solemnidad militar, ejemplificada por el noticiero oficialista "60 Minutos". En este contexto crecieron sus creadores, Álvaro Díaz y Pedro Peirano, dos estudiantes de periodismo de la Universidad de Chile que compartían una visión: el humor como herramienta para desarmar la realidad.

Tras el cierre del canal Rock & Pop en 1999, donde experimentaron con el humor absurdo en programas como Plan Z, fundaron la productora Aplaplac. La chispa definitiva surgió casi como una broma desafiante: "¿Y si hacemos un programa infantil que se ría de los adultos?". Curiosamente, el nombre "31 Minutos" nació de una exigencia burocrática del Consejo Nacional de Televisión, que pedía programas de media hora de duración. Díaz y Peirano tomaron esa regla y la convirtieron en una parodia directa a aquel viejo noticiero de la dictadura, creando un espacio donde la solemnidad era el chiste.

Del éxito televisivo a la crisis existencial

El programa debutó el 15 de marzo de 2003 y fue un éxito instantáneo. Lo que hacía especial a 31 Minutos no eran solo sus títeres hechos de calcetines y botones, sino su capacidad para tratar a los niños con inteligencia, sin moralinas ni condescendencia. Canciones como "Bailan sin cesar" o "Mi equilibrio espiritual" se convirtieron en himnos que cruzaron fronteras, llegando a México y Argentina.

Sin embargo, el éxito trajo agotamiento. Tras tres temporadas intensas y una película en 2008 que, a pesar de ser la más cara del cine chileno hasta entonces, resultó en un fracaso comercial y casi lleva a la quiebra a la productora, el futuro de los títeres parecía incierto. Fue un periodo gris donde el equipo tuvo que dispersarse para subsistir.

La resurrección: Cuando los títeres se volvieron humanos

El punto de giro ocurrió tras el devastador terremoto de 2010 en Chile. En una campaña para UNICEF, Tulio Triviño apareció en pantalla admitiendo algo que ningún adulto se atrevía a decir: tenía miedo. Esa vulnerabilidad reconectó profundamente con el público.

  • Humanización: Los personajes dejaron de ser solo una sátira para convertirse en refugio emocional.
  • Salto a los escenarios: En 2012, su presentación en Lollapalooza Chile transformó el proyecto. Ya no eran solo un programa de TV, eran una banda de
  • rock y una compañía teatral capaz de llenar estadios.

Hoy, con exposiciones en museos, especiales en Amazon Prime Video y su histórica sesión en Tiny Desk, 31 Minutos nos recuerda que la risa honesta es el idioma más universal.

Vladimir Arteaga Figueroa

Especialista de tendencias, lifestyle, Inteligencia...