Fotos espiritístas; el último susto del año.
Tomadas por William Hope y su grupo de espiritistas , que eran capaces de retratar a la gente con los espíritus de sus seres queridos.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el espiritismo estaba de moda, y miles de personas alrededor del mundo acudían a sesiones con espíritas, donde la mesa se movía y se contactaban por "médiums".
También tuvo su popularidad en México. En 1895 el cronista mexicano Amado Nervo escribió sobre esto.
"Va usted a retratarse; le coloca a usted frente a la cámara, y le dice:
-Evoque usted a algún espíritu.
Y usted evoca a su madre (conste que esta frase no es un insulto).
-Reconcentre usted su imaginación -añade el fotógrafo- para que la imagen no se borre un punto. ¡A la una! ¡A las dos! ¡A las tres!
Ya está usted retratado, con todo y madre.
A los tres o cuatro días va usted por sus retratos; los observa: la fisonomía de usted se destaca perfectamente; y aquí entra lo maravilloso: sobre la cabeza de usted, en el lienzo que sirve de fondo, hay unos trazos vagos, esfumados casi; se advierte un rostro; lo considera usted bien y acaba por distinguir sus facciones.
-¿Son las de su madre?
-No -responde usted -, serán las de la suya.
-Las de la mía tampoco. Se trata de otro espíritu que andaba por ahí. Apenas tuvo tiempo de alisarse el pelo para no salir con la cabeza desgreñada. Si hubiera tenido tiempo, de seguro se pone una flor en la cabeza y sonríe
Había diferentes métodos para realizar estas fotografías, pero el más popular era el de sobreimprimir una fotografía sobre cristal de cliché usado, lo que daba como resultado una imagen de "espectral" que salía del cliché viejo. Aparte se movía el aparato para crear la ilusi{on de una estela.
Las fotografías que a continuación te mostramos fueron tomadas por William Hope, quien hacia 1922 hizo mucho dinero porque “retrataba” a los muertos de la Primera Guerra Mundial junto a sus familias en Londres. Aunque Hope fue desacreditado en su tiempo, tuvo muchos defensores. Mucha gente elegía creer, en contra de toda evidencia, que sus muertos seguían con ellos.