Pueblo de maniquíes.

Los maniquíes ayudan a llenar sus días y sustituir a los vecinos que murieron o se mudaron.

En este pueblo de las escarpadas montañas del Sur de Japón, antes vivían cientos de familias. Ahora solo quedan 35 personas, superadas en una proporción de 3 a 1 por los maniquíes que fabrica Tsukimi Ayano, para ayudar a llenar sus días y sustituir a los vecinos que murieron o se mudaron.

Ayano, de 65 años, es una de las vecinas más jóvenes de Nagoro. Vivía en Osaka, pero regresó al pueblo tras varias décadas para cuidar a su padre, de 85 años.

"Traen recuerdos", dijo Ayano sobre las muñecas de tamaño natural que llenan los rincones de su granja, apoyadas contra cercas y árboles, reunidas en un puesto, la parada de autobús o en cualquier lugar donde una persona real podría detenerse a descansar.

"Esa anciana solía venir y charlar y beber té. A ese anciano le encantaba beber sake y contar historias. Me recuerdan a los viejos tiempos, cuando aún estaban vivos y bien", dijo Ayano.