"Tepiteños son gente honesta y trabajadora"

El proyecto consiste en vivir durante dos semanas en casa del tepiteño

Los tepiteños son gente "honesta y trabajadora" que abre sus puertas a los visitantes para que recorran el barrio bravo a través de un safari para que vean el otro lado de sus habitantes.

El concepto de este teatro de intervención social está basado en Wijksafari, de la artista holandesa Adelheid Roosen, que realizó en los barrios alemanes de Amsterdam, explicó Daniel Giménez Cacho, encargado del proyecto, en entrevista con CNNMéxico. En la Ciudad de México se desarrolla a través del Programa Nacional de Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia.

Ocho actores fueron seleccionados para trabajar con ocho “parientes adoptivos“, cuatro más que el año pasado. El proyecto consiste en vivir durante dos semanas en casa del tepiteño, conocerse, compartir y a partir de esta experiencia, el actor crea un texto teatral que será presentado al público.

Para Daniel Aguirre, habitante de Tepito que participa en la coordinación y planeación del proyecto, se trata de “algo importante, porque permite que la gente vea otro lado de nosotros; sí hay ladrones y gente que consume drogas, pero también en otras partes de la ciudad, ¿o no? Aquí somos muy trabajadores“.

Adentrarse en el barrio bravo

Al comprar su boleto, el espectador debe dejar sus datos: nombre, correo y un teléfono. Un día antes de la función - que dura cuatro horas - un actor llamará para citar en algún punto cercano, como una estación de metro.

Una vez allí, un guía y un actor anuncian que iniciará el recorrido y piden al grupo no dispersarse. Para llegar a la primera locación cada uno viajará en una de las motos que recorren Tepito de arriba abajo todos los días, llevando mercancía y mensajes de un lado a otro.

El público entra a casa de un pariente adoptivo y presencia la puesta en escena que montaron ahí, donde los actores interactúan con la audiencia y le ofrecen un té, unos tacos o un caballito de tequila.

Después visitas alguna de las zonas emblemáticas del barrio: una iglesia, observar un ritual de santería, ver a un par de bailarines ensayando, caminar entre el mercado y su explosión de olores y sonidos. Luego, más motos pasan y toca visitar una nueva casa y exponerse a una nueva obra.

Miriam, una antropóloga que fue a ver la obra, dijo sentirse “vulnerable y expuesta, a pesar de que los que salen a hablar de sus vidas son los actores y parientes, se comparte mucha intimidad“.