¿La comida ruidosa es más rica?
Ahora lo entiendo todo
Spence ha dedicado los últimos 10 años a entender cómo nuestro cerebro procesa la información de cada uno de nuestros sentidos.
Y ha comprobado que los sonidos juegan un rol destacado cuando se trata de comer, empezando incluso antes de que el objeto de nuestros deseos toque nuestros labios.
Probablemente habías notado esa reacción y se la atribuías solamente al aroma, pero "desde el chisporroteo de los huevos o la carne en la sartén al gorgoteo del café en la cafetera nos preparan para lo que se viene".
Además de los estudios que ha hecho en el laboratorio de investigación transversal de Oxford, Spence ha trabajado con el famoso chef Heston Blumenthal para ver qué pasa cuando eso que se venía llega.
Blumenthal no sólo es dueño de The fat duck, uno de los mejores restaurantes del mundo, sino que siempre ha abogado por que la culinaria se aborde desde un punto de vista científico. Además, es un pionero en la gastronomía multisensorial.
Juntos condujeron varios experimentos para explorar cómo nuestras sensaciones sonoras afectan la percepción del sabor.
En uno de ellos, les sirvieron a los participantes una ostra dividida en dos. La primera mitad iba acompañada con sonidos marítimos, la segunda, con los de una granja.
La primera fue calificada como considerablemente más agradable.
Cuando le dieron a otro grupo helado de huevo con tocino mientras escuchaban el cacareo de gallinas y luego el chisporroteo del tocino en la plancha, éste último hizo que el sabor del tocino pareciera mucho más intenso.
"El otro lado de la moneda es que si el sonido del ambiente es alto, suprime nuestra habilidad de sentir intensamente el sabor. La prueba es la comida de avión".
Entonces, así como el ruido puede atenuar los sabores, hay sonidos que los pueden intensificar.
"Escuchando cierta clase de música o paisaje sonoro podemos realzar un sabor", señala el experto.
La idea de que diferentes tonos musicales pueden acentuar la dulzura, amargura o lo picante de los alimentos tiene nombre: sazón sónica.
Las investigaciones que Spence ha llevado a cabo han arrojado que las notas de alta frecuencia resaltan los sabores dulces y las de baja frecuencia, los amargos.
"Una vez que sabes eso, puedes buscar música que tenga esas características. Una pieza musical 'dulce' puede ser 'Tubular bells' de Mike Oldfield de 1977", sugiere el científico.
Pero si lo que quieres es amargura, ¿qué tal una de las obras corales más grandiosas y la más frecuentemente interpretada en el siglo XXI?
"Esos tonos bajos de Carmina Burana de Carl Orff hacen que, si estas comiendo algo que tenga alguna nota amarga, la podrás sentir más intensamente".
Eso significaría que cuando te comes un chocolate, que es amargo y dulce, su sabor puede ser distinto dependiendo de los sonidos que estés escuchando.
"Efectivamente. Suena raro y definitivamente no le sucede a todo el mundo, pero nuestras pruebas muestran que le pasa al promedio de la gente. Cuando lo experimentas, es asombroso".