El síndrome de París
Un fenómeno de profunda desilusión que ni siquiera sabíamos
que existía
Una ciudad llena de ambientes románticos, con música suave al fondo. En nuestra mente, París es el lugar ideal para encontrar el amor. Esta idea, que está muy presente en el imaginario popular, desata en muchos, una sensación de profunda decepción, al darse cuenta que París es una ciudad como cualquiera, que está llena de tráfico ruidoso, contaminación, basura dispersa y ciudadanos ocasionalmente groseros por su hartazgo hacia el turismo.
En 1980, un psiquiatra japonés, comenzó a estudiar este extraño fenómeno que se presentaba, sobre todo, en los turistas japoneses cuando visitaban París. Hiroaki Ota, se dio cuenta que cuando ellos descubrían que la Ciudad de las Luces que tanto habían idealizado, era simplemente otra ciudad escandalosa, sucia, ajetreada y apurada, sufrieron una serie de intensos síntomas psicológicos, tales como "delirios agudos, alucinaciones, mareos, sudoración y sentimientos de persecución". A este fenómeno psicológico transitorio, se le conoce como el "Síndrome de París".
El sentimiento de decepción por un resultado determinado, por nuestro
comportamiento o el de otra persona, es consecuencia de la construcción previa de altas expectativas, que están alejadas de la realidad. Creamos una percepción idealista y romántica sobre algo, o sobre alguien, y cuando un lugar, o una persona no cumple con las expectativas que teníamos, podemos sentirnos abrumados, confundidos, tristes, ansiosos, etc.
Las personas tendemos a valorar si algo es bueno o malo, en la medida en la que encaja con nuestras creencias sobre cómo tiene que ser o cómo debe comportarse alguien. Por lo general, no nos relacionamos con las personas o con las cosas tal y como son, sino tal y como creemos que son, o peor aún, tal y como queremos que sean. Idealizamos, proyectamos, devaluamos y por lo tanto, no nos relacionamos de manera real, sino fantaseada. Sin embargo, hay estrategias útiles para superar las decepciones del mejor modo posible.
Lidiar con una desilusión, puede ser tema un complicado, pero tal vez, la clave para evitar sentirse abrumado es más sencilla de lo que creemos.
"Necesitas entender mejor a la gente", dice Brein."
1. Controla tus expectativas.
No esperar demasiado, no tiene que ver con ser pesimista y creer que “todo nos va a fallar”, sino con tratar de ver a las circunstancias, personas y
cosas como son y no como queremos que sean.
2. Acepta las diferencias.
Siempre va a haber cosas que probablemente no son exactamente como tú habrías deseado que fueran, pero eso no convierte a las cosas, ni a las
personas en algo negativo. La decepción nos conduce a reflexionar
sobre la aceptación, y nos prepara para vivir en lo real, y no en una
sucesión de ilusiones y desilusiones. Aceptar no es resignarse ni someterse.
Aceptar es acoger el mundo tal como es, en vez de exhortarlo a que sea como tú esperas que sea. Es aceptar también la decepción, y saber reconocer que esperábamos algo distinto.
3. Empieza a ver la decepción como un aprendizaje.
Haz una introspección para vigilar si la imagen que habías construido de ese algo, estaba distorsionada y si tienes tendencias a idealizar a las personas y las cosas. Toma en cuenta que cuando esperas demasiado de las personas, estás depositando un peso extra sobre su persona, peso que ellos no pidieron cargar. Así que si alguien no cumple con tus expectativas, te tienes que hacer responsable de lo que tú mismo esperabas de ellos.
4. La decepción siempre debe desembocar en la acción.
Decirnos sin más: “las cosas son así”, y dejar de lamentarnos para volver a
la realidad y ver qué es lo que podemos hacer. Toma las cosas como vienen, y no tengas una expectativa rígida del destino.