Carmina Burana: Un viaje sensorial y épico con La Fura dels Baus
Cuando la música, el teatro y la poesía se funden en un espectáculo que desafía los sentidos
con La Fura dels Baus en la cdmx / instagram
Hay muchas versiones de Carmina Burana, pero ninguna como la que La Fura dels Baus presentó en la Ciudad de México. Fue un torbellino de imágenes, sonidos y emociones que escapaban a cualquier intento de descripción convencional.
El 20 de marzo, en una única función en el Auditorio Nacional, el público fue testigo de una experiencia que trascendió el tiempo y el espacio. Desde los primeros acordes de O Fortuna, un vendaval de luces y movimiento nos envolvió en una odisea sensorial. No era solo una obra musical; era un rito ancestral donde la voz humana y la danza se fundían en una armonía sublime.
La historia y la evolución de un clásico
La Carmina Burana de Carl Orff, compuesta en 1937, se basa en una colección de poemas medievales escritos por los goliardos, monjes errantes y estudiantes que desafiaban las normas de su tiempo con versos que hablaban del amor, el placer, la fortuna y la irreverencia ante el clero. Desde su estreno en Frankfurt, la obra ha sido interpretada en los escenarios más prestigiosos del mundo, desde la Ópera de París hasta el Festival de Salzburgo, consolidándose como una de las cantatas más impactantes de la historia.
Pero la versión de La Fura dels Baus va más allá de la música. Aquí, el espectáculo se convierte en un viaje visual que nos lleva a través del ciclo de la vida, con una narrativa que sigue la transformación de una mujer desde su nacimiento hasta que alcanza su máximo potencial.
Un despliegue escénico sin precedentes
El escenario se transformó en un cosmos en constante evolución. En el centro, un cilindro de 10 metros de diámetro abrazaba a la orquesta y al coro, sirviendo como pantalla para proyecciones audiovisuales que nos transportaban de la inmensidad del universo al deshielo de los glaciares. La luna flotaba sobre nosotros, el fuego ardía en un instante y las flores estallaban en un renacimiento perpetuo, recordándonos que la naturaleza, como la música, es cíclica e infinita.
Cada escena estaba diseñada para despertar los sentidos. No solo veíamos; tocábamos con la mirada, sentíamos la textura de la luz, olíamos el tiempo suspendido en el aire. Era un espectáculo donde lo tangible y lo intangible se entrelazaban, donde la música no solo se escuchaba, sino que se vivía en la piel.
Un mensaje de libertad
A pesar de que los versos de Carmina Burana fueron escritos hace más de 800 años, su esencia sigue resonando en el presente. Amor, deseo, fortuna, rebeldía… son anhelos humanos que han trascendido las épocas, cambiando de forma, pero nunca de fondo.
El barítono Rajiv Cerezo, quien ha interpretado la obra durante más de una década, lo expresa con claridad: el mensaje central de esta puesta en escena es la libertad. Libertad para sentir, para romper con las reglas impuestas, para seguir lo que verdaderamente importa.
Por otra parte, la soprano Hevila Cerdeña, en una entrevista reciente, destacaba la importancia de acercar este tipo de producciones a nuevas generaciones. Y es que Carmina Burana no es solo para conocedores de la música clásica. Es un espectáculo para todos: adultos, jóvenes, niños… para quienes buscan comprender el poder de la música, del teatro, del arte como un vehículo para la emoción pura.
Un legado eterno
Más que un concierto, más que una ópera, más que un montaje teatral, Carmina Burana en manos de La Fura dels Baus es un portal hacia lo sublime. Es el eco de una historia que se repite una y otra vez, como las estaciones del año, como el girar de la fortuna. Y aunque las versiones cambien con el tiempo, su esencia permanece: un canto a la vida, al deseo y a la inquebrantable búsqueda de lo esencial.
