De fórmulas manuscritas a robots que embotellan sueños: Así es el oficio de un perfumista en el siglo XXI

Hay oficios que no se pueden explicar con palabras, solo con sensaciones. El de crear perfumes es uno de ellos. Huele a memoria, a emoción, a suspiro. Y aunque parezca cosa del pasado, sigue más vivo que nunca.

Hace unos días, viví una experiencia sensorial que me llevó de la mano al corazón mismo de la perfumería. Un recorrido dentro de la Casa Versalles por salas inmersivas, cada una dedicada a una fragancia distinta, en donde el olfato, la vista y hasta el alma se alineaban para entender que un perfume no solo es una mezcla de esencias… es una historia embotellada.

Pero lo más valioso de esa noche, fue conocer a Hernán Fígoli, uno de los perfumistas más reconocidos de Latinoamérica, quien me concedió una charla tan íntima como inspiradora. Un viaje a través del tiempo, de los sentidos y de la evolución de su labor.

“Mi abuelo escribía sus fórmulas a mano”, me cuenta Hernán. “Era una labor más tardada, más demandante. Ahora, tenemos un software especializado que nos permite seleccionar con precisión la calidad de cada ingrediente, y hace poco recibimos un sistema nuevo, CARTO, que muestra todas las materias primas como si fueran pequeñas esferas. Tú eliges, mezclas, y en minutos un robot convierte esa creación en perfume”.

Sí, leíste bien: el alquimista se convirtió en laboratorista. Del frasco de vidrio al algoritmo, el perfumista moderno trabaja entre moléculas, memorias y pantallas. Pero la esencia de su oficio sigue siendo la misma: crear emociones, capturar instantes, regalarle al mundo algo que no se ve, pero se siente.

“Un perfumista está siempre en evolución”, me dice Hernán con una sonrisa sabia. “El descubrimiento de nuevas fragancias es constante. Cada día aprendemos algo nuevo; cada creación es distinta a la anterior. Y cuando ves tu perfume en una anaquel o lo reconoces en alguien que pasa a tu lado… es lo más extraordinario que puede pasar, al final es el propósito, una parte de nosotros se va con eso”.

Para Hernán, una fragancia no nace solo de flores, frutas o maderas, sino de vivencias. “En cada perfume pones un poco de tu alma. Es tu regalo para alguien más. Una extensión de ti”.

Y lo que más lo inspira es saber que su trabajo puede acompañar a una mujer en la construcción de su propia historia. Como lo dijo también Andrea Quiroga durante el evento que organizó Avon: “Cuando estás triste, no te pones perfume. Pero cuando te lo pones, le estás diciendo al mundo ‘aquí estoy de vuelta’”.

Una de las creaciones más recientes de Hernán es Beyond the Moon, una fragancia misteriosa y opulenta que forma parte de una de las colecciones más reconocidas de Avon. Con notas de cereza, flor de la noche, zarzamora, sándalo y vainilla reciclada de Madagascar, esta esencia representa la fusión perfecta entre innovación y respeto por la naturaleza.

La colección completa fue presentada en un evento multisensorial en la llamada Mansión Far Away, donde cada fragancia tenía su propio universo. Allí no solo se nos invitó a oler, sino a sentir, recordar, transformarnos.

Porque hoy en día, la perfumería evoluciona. No solo tecnológicamente, sino en su capacidad de conectar con lo humano, con lo íntimo. Ya no basta con oler bien: un perfume debe contar quién eres, adónde vas, en qué etapa estás.

Y en ese universo invisible de emociones embotelladas, los perfumistas como Hernán Fígoli siguen siendo los verdaderos poetas de lo efímero.