Cuando la naturaleza se defiende: ¿por qué algunos animales deciden enfrentarse a los humanos?

Nos hemos pasado siglos imaginando a los animales como criaturas que nos deben algo: obediencia, afecto, espectáculo. Perros que nos siguen, gatos que toleran nuestra presencia, delfines que bailan por sardinas, y cisnes... bueno, cisnes que se supone que solo existen para embellecer un estanque y posar para fotos de compromiso.

Pero ¿qué pasa cuando estas criaturas dejan de colaborar con el guion? ¿Y si un día deciden que ya han tenido suficiente del reinado del Homo sapiens?

Eso es lo que plantea el periodista y divulgador científico Roberto Inchingolo en su nuevo y sugerente libro La venganza de las orcas. Historias de resistencia animal (Alianza, 2025), una colección fascinante de relatos donde el rol de víctima cambia de manos, o de patas, alas y tentáculos.

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De vigilantes ahogados a barcos saboteados

El relato que abre el libro es, según Inchingolo, trágico, inusual y casi cómico. En 2012, Anthony Hensley, encargado de vigilar que los estanques artificiales de Chicago se mantuvieran libres de gansos, fue atacado por un cisne territorial mientras cruzaba en kayak. No logró escapar. Murió ahogado en el agua que debía controlar.

No fue un oso, ni un tiburón, ni siquiera un toro de lidia. Fue un cisne. Y eso, según el autor, es precisamente lo que desestabiliza: que algo tan simbólicamente puro sea capaz de un acto tan violento. "No es que el animal se vuelva loco", dice Inchingolo. "Es que nosotros hemos perdido el contacto con su naturaleza real".

Bienvenidos al Antropoceno

Vivimos en la era del Antropoceno, un periodo geológico no oficial, pero ampliamente aceptado, donde el principal agente de cambio en el planeta es… nosotros. Desde el clima hasta los océanos, pasando por los ritmos circadianos de los búhos, todo se ha alterado por nuestras acciones. Y los animales no solo lo han notado: algunos están respondiendo.

Unos, con resignación estratégica. Los jabalíes, por ejemplo, se han mudado a las afueras de nuestras ciudades, encontrando en nuestras basuras suburbanas un bufé permanente. Otros, como los cuervos urbanos, han aprendido a reconocer rostros humanos, guardar rencor y, en algunos casos, tomar represalias. Hay reportes de aves que reconstruyen sus nidos con las placas metálicas diseñadas para ahuyentarlas. Pura ironía alada.

Inteligencia animal: más allá del adiestramiento

Inchingolo no busca demonizar a ninguna especie (ni santificar al resto). Lo que hace, más bien, es apuntar a los momentos en que los animales inteligentes se cansan de jugar bajo nuestras reglas.

Los pulpos, por ejemplo, lo hacen a su manera: con fugas sigilosas, sabotajes eléctricos y desprecio escénico. Uno de ellos, cuenta el autor, tiró un trozo de comida por el desagüe solo para mostrarle a la investigadora su descontento. No buscaba hambre, buscaba dejar claro un punto.

Pero los actos más llamativos los protagonizan sin duda las orcas. Desde 2020, diversos informes han documentado ataques sistemáticos de orcas a yates en las costas de España y Portugal. Estas ballenas dentadas no atacan a las personas, sino al barco. Van directo al timón, lo inmovilizan. Lo hacen en grupo. Y lo han aprendido entre ellas.

"Las orcas no atacan por hambre. Atacan por hartazgo", sugiere Inchingolo. Para ellas, esos barcos podrían ser competidores, enemigos o simples intrusos. Algunos biólogos incluso creen que las orcas podrían vernos como crías torpes de las embarcaciones, parásitos sin gracia que viajan sobre estructuras metálicas devoradoras de peces.

La naturaleza responde… y no siempre con ternura

A lo largo del libro, Inchingolo construye una idea inquietante y fascinante: los animales no son ingenuos ni pasivos. Algunos se adaptan, otros se rebelan. Y todos están siendo empujados a los extremos por el mismo motor: la intervención humana.

Tal vez haya algo poético en imaginar que la resistencia animal no solo existe, sino que puede ser estratégica, emocional e incluso simbólica. Quizá esas orcas vengativas, esos cisnes agresivos o esos cuervos memoriosos no sean errores en el sistema, sino recordatorios vivos de que nunca lo controlamos del todo.

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Un libro necesario para entender que la jungla ahora tiene WiFi

La venganza de las orcas no es un manual de biología, ni un ensayo apocalíptico. Es un libro ágil, provocador y muy bien documentado, que nos invita a repensar esa fantasía moderna de que todo lo salvaje puede ser domado, domesticado o decorado.

Y quizá, al terminarlo, uno mire a su perro con una pizca más de respeto… y desconfianza.