Impresiones de la película Drácula: A Love Tale, ¿vale la pena verla?
Luc Besson resignifica al vampiro de Bram Stoker en una película donde la oscuridad se rinde ante el amor y la vulnerabilidad
Dracula: A Love Tale película / internet
El visionario director Luc Besson, conocido por clásicos como El Quinto Elemento y El Perfecto Asesino, regresa a la gran pantalla con una propuesta arriesgada: una nueva adaptación de Drácula, la obra inmortal de Bram Stoker. Pero lo que aquí se despliega no es la enésima narración del conde sanguinario, sino una exploración íntima de un hombre atrapado entre la eternidad y el duelo.
En el siglo XV, el príncipe Vlad se consume tras la muerte de su esposa. En su dolor, renuncia a Dios y sella un pacto oscuro que lo condena a vagar como Conde Drácula: inmortal, sí, pero con un corazón corroído por la pérdida. Siglos después, en la Inglaterra victoriana, una mujer idéntica a su amada irrumpe en su camino. Y con ella, la chispa del amor vuelve a encenderse entre ruinas de desesperanza.
Película Drácula: A Love Tale / internet
Un Drácula distinto
Aunque hemos visto incontables versiones del vampiro, Besson propone algo novedoso: no es la sed de sangre lo que lo define, sino la fragilidad de un hombre incapaz de superar el duelo. El Drácula de este 2025 se deja morir en vida, rehúye la juventud que la sangre podría devolverle, como si con su deterioro quisiera acercarse a la muerte que jamás llegará. Y, sin embargo, cuando encuentra el reflejo de su amada siglos después, recupera fuerzas: va a un convento para arrebatar la vitalidad de monjas y, rejuvenecido, prepara su reencuentro con el único amor de su existencia.
El filme abandona la obsesión por lo grotesco, lo bélico o lo sexual que suele rodear a los vampiros. En su lugar, ofrece un retrato romántico y vulnerable, donde la oscuridad no es excusa para olvidar que incluso un monstruo puede seguir teniendo corazón.
Entre la luz y la penumbra
Hay momentos insospechadamente divertidos: Drácula busca a su amada en los bailes de la aristocracia europea, pero lo vemos danzar en vano, como una sombra ridícula entre salones resplandecientes. Y hay, también, destellos de magia: desde la capacidad de rejuvenecer con la sangre hasta la invención de un perfume encantado que atrae a las mujeres sin que él deba perseguirlas una por una.
La fotografía sorprende: menos gótica de lo esperado, más luminosa, incluso con tintes renacentistas que aportan una sensación de película vintage. La cámara juega con claroscuros, con momentos de brillo que contrastan con la penumbra, generando una atmósfera que oscila entre lo sublime y lo melancólico.
Los vestuarios, por su parte, son una joya: fieles a la época, exquisitos en detalle, capaces de situar al espectador en la solemnidad de los siglos pasados.
Impresiones
Al salir de la sala tuve la sensación de haber visto a Drácula como nunca antes: no como un ser temible, sino como un hombre que ha vivido demasiado. Su monstruosidad parece un disfraz, un caparazón para cubrir un duelo interminable. La cinta me pareció profundamente distinta, conmovedora y hasta reflexiva.
Y es que en este Drácula, más allá del mito del vampiro, lo que late es una pregunta sencilla y brutal: ¿qué sentido tiene la eternidad sin amor?
Viviana Hernández Bran
Licenciada en Comunicación y Periodismo por la...Licenciada en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón, UNAM. Creadora de contenido escrito y digital en Los40 México, El Eco de LOS40 y W Radio. Activa en Radiópolis desde 2021.