Mi año en Oxford: reseña de una historia de amor entre bibliotecas centenarias, secretos y lágrimas

Hay películas que llegan sin mucho ruido y de pronto se convierten en la comidilla de los maratones de sofá. Ese es el caso de Mi año en Oxford, el nuevo drama romántico de Netflix que, con menos de dos horas de duración, está consiguiendo lo que parecía difícil: emocionar a los fanáticos del género sin necesidad de reinventar la rueda.

La cinta adapta la novela homónima de Julia Whelan y sigue los pasos de Anna de la Vega (Sofia Carson), una joven estadounidense que consigue una beca para estudiar en la Universidad de Oxford. Hasta aquí, el argumento parece de manual: chica extranjera, campus de ensueño, choque cultural y un romance improbable. La diferencia está en la manera en la que se cocina la historia: con poesía, vestuarios de pasarela y una revelación que sacude el corazón del espectador.

Entre versos y confesiones

En Oxford, Anna conoce a Jamie (Corey Mylchreest), un profesor de poesía con acento británico impecable y un carisma que derrite cualquier resistencia. Lo que comienza como afinidad académica se convierte pronto en un vínculo íntimo. Pero, como dicta la tradición en este tipo de romances, nada es tan sencillo: Jamie guarda un secreto que cambiará el rumbo de la relación.

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La película se sostiene en esa tensión entre el deseo y la pérdida, en la fragilidad de saberse enamorado cuando el tiempo apremia. Y ahí radica su poder: como espectador, uno se siente invitado a recorrer Oxford, a perderse en sus aulas centenarias y, sobre todo, a preguntarse qué haría en la piel de Anna.

El eco de “Yo antes de ti”

Resulta inevitable pensar en Yo antes de ti, aquella cinta que hace casi una década arrancó lágrimas y sonrisas a partes iguales. Mi año en Oxford juega en esa misma liga emocional: una historia de amor atravesada por la enfermedad, la aceptación y la importancia de vivir el presente sin miedo al qué dirán.

El final, sin develar demasiado, no busca la sorpresa sino el impacto emocional. Es una invitación a acompañar a Anna en un aprendizaje vital que duele, pero también transforma.

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¿Vale la pena verla?

Si lo tuyo son las películas románticas que exploran la fragilidad del amor y el duelo anticipado, entonces sí. Quizá no alcance la perfección de sus referentes, pero Mi año en Oxford tiene lo suficiente para dejar huella en quienes buscan un romance que, entre suspiros, también enseña a despedirse.

En cifras, la estrategia funciona: más de 27 millones de visualizaciones en dos semanas y un lugar fijo en el top 10 de Netflix. Oxford nunca estuvo tan lleno de estudiantes… ni de pañuelos de papel.