Avistan a un tiburón naranja, ¿qué se sabe de él?

Una captura inesperada, un puñado de fotografías y un misterio genético que hoy intriga a la ciencia

Tiburón Naranja / Facebook

En el Caribe, entre la espuma marrón verdosa que suele teñir las aguas cercanas a Barra de Parismina, apareció el año pasado un visitante inesperado: un tiburón nodriza de color naranja intenso. No fue un investigador quien lo encontró ni un equipo de documentalistas submarinos, sino un grupo de pescadores que, acostumbrados a jalar huachinangos rebeldes, vieron que lo que se resistía al anzuelo no era un pez común, sino un animal que parecía pintado con acuarelas.

Garvin Watson, guía de pesca deportiva y testigo del episodio, recuerda todavía el griterío a bordo: “Todos gritábamos como locos. Se me erizan los pelos nada más de pensarlo”, confesó después. El animal medía cerca de metro ochenta, tenía los ojos blancos, sin iris visible, y un fulgor naranja que lo convertía en una rareza viviente. Tras un par de fotos apresuradas, lo devolvieron al mar, dejando las pruebas en las redes sociales.

De la anécdota viral al laboratorio

Las imágenes circularon con la velocidad de lo insólito y, como suele ocurrir, la anécdota de pescadores se convirtió en materia científica. Un equipo de especialistas, entre ellos el biólogo marino Daniel Arauz Naranjo, director del Centro de Rescate de Especies Marinas Amenazadas (CREMA), analizó el caso y publicó un estudio en la revista Marine Biodiversity.

Lo que encontraron apunta a una combinación extremadamente rara: albinismo y xantismo coexistiendo en un mismo individuo. El primero borra los pigmentos naturales, el segundo exagera los tonos amarillos. La mezcla habría dado como resultado aquel naranja vibrante que, contra todo pronóstico, logró camuflarse en aguas turbias hasta llegar a la edad adulta.

“Corrió con suerte —admite Arauz—. En un entorno más claro, seguramente habría sido presa fácil para otros tiburones más grandes”.

Tiburón Naranja / Facebook

Una criatura fuera de catálogo

El tiburón nodriza es, en general, una especie dócil y frecuente en el Caribe. Pero este ejemplar rompió con la norma: un cuerpo anaranjado y una mirada lechosa que parecían salidos de un relato fantástico. El hallazgo plantea más preguntas que respuestas: ¿es un caso aislado, un capricho genético irrepetible, o la pista de un fenómeno mayor en la población local?

Por ahora, lo que se sabe es poco. Los investigadores han dejado abierta la posibilidad de que otros tiburones nodriza con pigmentación anómala existan en la zona, aunque no se han registrado oficialmente. El propio Watson, convertido en custodio involuntario del secreto, asegura que un equipo de biólogos marinos planea regresar con él a Parismina para intentar localizar de nuevo al ejemplar.

Tiburón naranja / Facebook

El mar todavía guarda sorpresas

El episodio es también un recordatorio de que, incluso en tiempos de satélites y registros exhaustivos, los océanos se reservan cartas inéditas. “Me impresiona que a estas alturas alguien pueda salir al mar, a escasos metros de la costa, y descubrir algo que no está en los libros de la ciencia”, reflexiona Arauz.

El tiburón naranja, mientras tanto, sigue nadando en alguna parte del Caribe costarricense, invisible en su rareza, convertido ya en mito local. Entre tanto, los científicos insisten: se necesitan más estudios para comprender qué factores, genéticos o ambientales, permiten que criaturas como esta emerjan en la penumbra marina.

Porque, aunque por un instante se dejó atrapar por las cañas de unos pescadores, su verdadero mensaje es que el océano aún tiene maneras de recordarnos lo poco que sabemos de él.

Viviana Hernández Bran

Licenciada en Comunicación y Periodismo por la...