Shakira en CDMX: impresiones del último concierto en donde brilló por todo lo alto

Podríamos decir que el Estadio GNP se volvió, durante meses, la casa alterna de Shakira. Doce noches. Doce veces abarrotado. Doce encuentros con miles de voces que no titubearon ni una sola estrofa. Este 18 de septiembre fue la última, y como toda buena despedida, tuvo de todo: emoción, nostalgia, complicidad y, cómo no, un poquito de drama con el reloj.

Sí, otra vez hubo retraso. Esta vez, poco más de una hora. La espera se sintió larga, especialmente entre los que llegaron temprano con la ilusión reventando en la garganta. Algunos miraban el escenario con cara de “¿otra vez?”, otros se refugiaban en el ambiente festivo como si el tiempo no importara. Y cuando por fin se apagaron las luces, la multitud explotó como si no hubieran pasado los minutos.

Una Shakira más firme, más clara, más ella

Comparada con aquella primera fecha en marzo, donde el retraso fue de dos horas, la Shakira que apareció esta última noche se sintió distinta. No solo más confiada, también más conectada con lo que estaba haciendo. Caminaba con aplomo, hablaba con intención. La voz más gruesa, más pulida. Los silencios mejor colocados.

Se notaba que este ya no era un arranque de gira: era una artista en control total, dueña del escenario y de cada mirada que le seguía el paso.

Y aunque el esqueleto del show fue casi el mismo, las mismas coreografías magnéticas, los vestuarios deslumbrantes, los visuales arrolladores, hubo pequeños giros que hicieron que esta noche se sintiera especial.

Danna, luces que bailan y abrazos entre canciones

La sorpresa más celebrada fue la aparición de Danna Paola, quien subió al escenario para cantar “Soltera” a lado de la colombiana. La mezcla de sus voces fue un acierto inmediato, pero lo que más llamó la atención fue la calidez entre ambas: risas, miradas cómplices, un par de abrazos que parecían romper el guión. Fue más que un dueto: fue una escena íntima compartida con decenas de miles de testigos.

Las pulseras con luces que entregaron al ingresar también merecen mención aparte. No eran simples accesorios; eran parte del espectáculo. Cada canción las encendía con distintos colores, creando una sinfonía visual que transformaba el estadio en un mar de luces danzantes. Un efecto que sumaba emoción, piel chinita incluida.

Un repertorio que recorre los años

El concierto fue un repaso generoso de su carrera. “Te felicito”, “Copa vacía”, “Las de la intuición”, “Ojos así”… Cada canción traía consigo una ola de recuerdos. El público lo sabía. Nadie se quedaba callado. Desde los que crecieron con “Pies descalzos” hasta los que llegaron con “BZRP Music Sessions”, todos encontraron su momento de conexión.

Y al final, cuando ya se sentía que el espectáculo había dado todo, Shakira tomó un respiro para decir lo que parecía no poder creer aún: doce fechas agotadas en un mismo recinto. Lo dijo con la voz quebrada, como si fuera ella quien necesitaba pellizcarse para confirmar que sí, todo esto fue real.

¿Y ahora qué?

Terminado el show, salimos como flotando. Entre comentarios, selfies, restos de brillantina y ecos de coros que aún sonaban en la cabeza, quedaba la sensación de haber cerrado un capítulo importante.

Lo de esta noche fue más que un concierto. Fue el último acto de una historia compartida entre una artista y una ciudad que la hizo suya por completo.

Y ahora solo nos queda esperar. ¿Volverá pronto? ¿Se tomará una pausa? ¿Está preparando algo nuevo? No lo sabemos. Pero si algo dejó claro esta última noche, es que cuando Shakira canta, baila, y se entrega así, lo único que podemos hacer es cantar con ella… aunque nos haga esperar siempre.