Tras aparecer modelo creada con IA por primera vez en la portada de Vogue, ¿qué pasará con la industria del modelaje?

En la edición de agosto de Vogue, entre vestidos vaporosos de la colección primavera-verano de Guess, apareció una modelo que no respira, no come, no duerme. No tiene nombre porque en realidad no existe: es una creación de inteligencia artificial, generada por la firma Seraphine Vallora. El gesto, celebrado por algunos como innovación, ha sido recibido por otros como un signo inquietante de lo que viene.

Indignación en la pasarela real

Las críticas no tardaron en llegar. Modelos, diseñadores, artistas, en México y en varias partes del mundo, luchan y recuerdan que la industria de la moda lleva años intentando abrir espacio a diferentes tallas, edades y etnias, y que una figura virtual puede echar por tierra esas conquistas.

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El desconcierto crece porque la pionera en abrazar esta apuesta fue Guess, una marca que en el pasado presumió de campañas con discursos progresistas en torno a la pluralidad de cuerpos. La paradoja es evidente: la firma que exhibía diversidad es ahora la primera en reemplazarla por píxeles.

La defensa de los creadores

Detrás de Seraphine Vallora están dos jóvenes arquitectas, Valentina González y Andreea Petrescu, que a sus 25 años se atrevieron a desafiar una industria ferozmente tradicional. En redes sociales explicaron que su objetivo es ampliar quién puede ser considerado creador: artistas digitales, programadores, diseñadores y fotógrafos que históricamente no tenían acceso a la visibilidad de Vogue.

Para ellas, lo suyo no es un atajo económico sino un acto creativo con etapas comparables a una sesión fotográfica real: planificación, dirección artística, ejecución y corrección. Lo que vemos no es un render automático, aseguran, sino la traducción digital de un proceso intelectual y estético.

¿Innovación o recorte de gastos?

No todos están convencidos de la pureza artística del experimento. Ya que en algunos de los foros que hay en redes sociales se ha llegado a la conclusión de que esta práctica responde más al ahorro de costos que a la innovación real. La sospecha es simple: prescindir de modelos de carne y hueso resulta más barato que pagar horas de casting, maquillaje y producción fotográfica.

El dilema filosófico: ¿qué es el arte?

Más allá de la moda, la polémica alcanza un terreno resbaladizo: la filosofía del arte. Tal como Walter Benjamin escribió en el siglo XX sobre el “aura” de la obra original, esa huella del tiempo y de la mano humana que le otorga autenticidad. ¿Puede un archivo digital, por más bello que sea, poseer un aura?

Lo que sucede ahora también podría estar relacionado de forma directa a "prueba estética de Turing”: no se trata de si la máquina nos engaña haciéndonos creer que es real, sino de preguntarnos qué esperamos de una obra artística. Si una canción compuesta por IA nos conmueve hasta las lágrimas, ¿de verdad importa que la máquina no sintiera nada al crearla?

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Una sacudida cultural inevitable

La imagen de la modelo inexistente es solo la punta de un iceberg que mezcla economía, ética y estética. Algunos lo ven como el nacimiento de una nueva forma de arte; otros, como una amenaza directa a empleos, derechos y diversidad. Entre tanto, Vogue ya hizo lo que parecía imposible: convertir una sesión de moda en un debate filosófico global.

¿Y qué pasará con los modelos de carne y hueso?

La gran incógnita que flota sobre esta discusión es el lugar que ocuparán los modelos reales en un ecosistema donde lo digital parece ganar terreno. La respuesta más cercana a esta situación no debería ser su desaparición, sino la coexistencia: las campañas que mezclen figuras virtuales y humanas podrían abrir narrativas nuevas, pero siempre habrá un valor irreemplazable en la imperfección del cuerpo vivo, en la espontaneidad de un gesto o en la historia personal que cada modelo carga consigo, ¿o tú qué opinas? Si la moda se reduce únicamente a la perfección algorítmica, corre el riesgo de perder aquello que la hace humana: la emoción de lo impredecible.