¿Qué son los yōkai en Japón y por qué están cobrando relevancia?
De los templos sintoístas a los mangas modernos, un recorrido por los espíritus que han dado forma al miedo y la fantasía en Japón

Tengu Yokai / yokai wiki
Hay un Japón que no aparece en las guías turísticas ni en los mapas. Es un país paralelo, tejido con historias susurradas junto al fuego, donde los yōkai, esos seres que oscilan entre lo fantástico y lo perturbador, caminan al lado de los mortales. No son simples monstruos: son metáforas vivientes de la relación japonesa con lo invisible, con lo que no se explica pero se intuye.
Una multitud de formas y temperamentos
El bestiario yōkai es tan vasto como impredecible. Allí conviven gatos de dos colas capaces de devorar a sus dueños, zorros que se disfrazan de humanos para engañar a incautos, y objetos cotidianos que, tras cumplir cien años, cobran vida.
La ambigüedad es su sello: algunos castigan con violencia, otros protegen discretamente a quienes muestran respeto. El kitsune, por ejemplo, puede ser tanto un embaucador incansable como un guardián fiel del dios Inari. En esa dualidad reside la riqueza de estas criaturas: nunca son totalmente buenas ni del todo malas.
Los protagonistas del miedo ancestral
Entre los más célebres figuran los oni, ogros de piel azul o roja armados con garrotes de hierro; los kappa, traviesos habitantes de los ríos que se alimentan de descuidos humanos; o los tengu, guardianes de montañas y maestros en artes marciales, conocidos por castigar la arrogancia.
Y luego están los yūrei, fantasmas vengativos que parecen haber salido de una película de terror japonés: vestidos de blanco, con cabellos largos y oscuros, regresan desde el más allá para ajustar cuentas con los vivos.

Tengu / Fandom

Tengu / Fandom
De la tradición al arte
Los yōkai no se limitaron a los cuentos orales. En el periodo Edo, artistas como Toriyama Sekien los retrataron en grabados y enciclopedias ilustradas, moldeando buena parte de la imagen que hoy tenemos de ellos.
Con la llegada del siglo XX, la fascinación no hizo más que crecer. Desde Mizuki Shigeru, creador de GeGeGe no Kitarō, hasta el cine de Hayao Miyazaki, que en La princesa Mononoke evocó el espíritu del bosque con claros ecos yōkai, la cultura popular japonesa no ha dejado de reinventarlos. Incluso Pokémon, con su zoología fantástica, bebe de este imaginario ancestral.
El espejo de una sociedad
Más que simples monstruos, los yōkai han funcionado como una herramienta cultural para dar forma a lo inexplicable: tormentas, desapariciones o enfermedades encontraban una explicación en la intervención de estos seres. También actuaban como relato moral: los tengu castigaban a los orgullosos, los kappa a los imprudentes, convirtiéndose en advertencias vivientes para la comunidad.
Ese carácter ambivalente, a veces crueles, a veces benévolos, refleja la visión japonesa de la naturaleza: un mundo en el que fuerzas opuestas coexisten sin necesidad de clasificarse como buenas o malas.

Kappa / internet

Kappa / internet
Presencia constante en lo cotidiano
No todos los yōkai viven en las montañas o en los ríos. Algunos se esconden en los rincones más banales: el Akaname, que lame la suciedad de los baños descuidados, o el Makura-gaeshi, que mueve almohadas para inquietar a los durmientes. Pequeñas molestias que, vistas desde la óptica del folclore, se convierten en recordatorios juguetones de la fragilidad humana.
Un legado que no se desvanece
Hoy los yōkai siguen vivos, aunque su escenario haya cambiado. Están en mangas, videojuegos, películas y hasta en campañas turísticas que convierten pueblos enteros en santuarios para estas criaturas. Japón ha hecho de ellos un puente entre tradición y modernidad: un recordatorio de que el miedo, la imaginación y lo sobrenatural siguen siendo fuerzas necesarias para explicar el mundo.
Porque al final, los yōkai no habitan únicamente en la península nipona: se instalan en la mente de todo aquel que, al caer la noche, se atreve a creer en lo que no puede ver.

Viviana Hernández Bran
Licenciada en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón, UNAM. Creadora de contenido escrito y digital...


