San Miguel de Allende se rinde a su tradición más viva, el Día de Muertos

El corazón de San Miguel de Allende latió con un ritmo nostálgico y festivo este 1 de noviembre, marcando el inicio formal de las celebraciones por el Día de Muertos. A diferencia del año pasado, la celebración se sintió un tanto menos aglutinada, aunque con la misma vitalidad en la zona centro, a pesar de que la decoración de las calles y avenidas lucía visiblemente más sobria en comparación con 2024, encontrando menos puntos para el “photo opportunity”. La esencia de la tradición, sin embargo, se mantuvo inalterable gracias a una fuerte y conmovedora presencia de familias locales y visitantes.

¿Cómo se vivió la jornada en el Jardín Principal?

En este lugar se consolidó una vez más como el epicentro de la conmemoración aunque en La Fábrica Aurora se realizó el “Art Walk & Ofrendas” que invitaban a estar en esa zona hasta las 8 de la noche. El ambiente se distinguía por adornos que tenían como base la flor de cempasúchil, aunque la verdadera estrella de la jornada fue la transformación visual de los asistentes. Las calles adyacentes como Canal, Hidalgo y la zona aledaña a la parroquia de San Miguel Arcángel se vieron invadidas por la efervescencia del negocio del maquillaje.

Los comercios improvisados, en su mayoría atendidos por artistas locales, ofrecían elaborados diseños de Catrinas y calaveras que elevaban el look festivo a un nivel casi profesional. El costo de una transformación completa iniciaba, de forma notoria, a partir de los $500 pesos, una cifra que no disuadió a una gran cantidad de personas deseosas de honrar la tradición con estilo.

¿Qué tendencias de disfraces destacaron?

Un punto que llamó la atención fue la fuerte influencia de la cultura pop en las elecciones de disfraces, particularmente entre los más jóvenes. Los atuendos de Catrina y Catrín, fieles a la tradición, compartieron espacio con personajes icónicos del entretenimiento. Sorprendió ver una notable cantidad de niños y adolescentes optando por el disfraz de Pennywise, el temido payaso de la película IT, un claro ejemplo de cómo el Día de Muertos en México, si bien arraigado en el folclor, también absorbe influencias globales.

La presencia familiar fue el hilo conductor. Padres e hijos, abuelos y nietos, se reunieron en torno a las actividades periféricas. La tradicional colocación de ofrendas en hoteles y locales se ejecutó con gran solemnidad, creando esos espacios de reflexión esenciales para la celebración y por qué no, para poderse tomar fotos. Además, hubo eventos culturales gratuitos al pie de la parroquia de San Miguel Arcángel como representaciones de la Catrina al aire libre que mantuvieron el espíritu festivo sin caer en estridencias, cumpliendo con la intención de ofrecer un programa accesible para todas las edades.

La reducción en la decoración urbana

Si bien las decoraciones masivas en calles y fachadas se sintieron más limitadas este año, esto sirvió, paradójicamente, para destacar la belleza inherente de la arquitectura colonial. La ausencia de excesos visuales reorientó la atención del público hacia el componente humano y tradicional: la gente, sus ofrendas, y sus maquillajes. El contraste entre la sobriedad del entorno y la explosión de color en los rostros transformados creó una atmósfera íntima y más cercana a la esencia de honrar a los difuntos con alegría, un rasgo distintivo de esta celebración en México. La experiencia de los asistentes se enriqueció, demostrando que la verdadera magia del Día de Muertos reside en la participación activa y el sentimiento colectivo.