Actrices gemelas eligieron como último acto que su muerte fuera asistida

El suicidio asistido de las gemelas Kessler fue el desenlace de un acuerdo íntimo y antiguo: jamás separarse, ni siquiera en la muerte. La dupla, conocida por revolucionar la televisión italiana en los años sesenta, murió el mismo día en su hogar de Gruenwald, cerca de Múnich, tras cumplir con los requisitos legales que la normativa alemana exige para este procedimiento.

Ambas habían expresado públicamente que la idea de vivir una sin la otra les resultaba insoportable. Y, fieles a esa convicción, organizaron su partida con antelación, acompañadas por profesionales y dentro del marco jurídico que ampara la muerte asistida en Alemania.

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Las Kessler: el fenómeno que cambió la televisión

Nacidas en 1936 en Sajonia, Alice y Ellen Kessler irrumpieron en la escena europea con una mezcla de modernidad y elegancia poco habitual para la época. Su primera gran aparición en Italia, en el programa Giardino d’inverno, en 1961, marcó un punto de quiebre: inauguraron un nuevo lenguaje televisivo donde la coreografía, la estética y la presencia escénica se fundían en un espectáculo que hacía soñar a un país entero.

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A lo largo de los sesenta y setenta, su nombre se volvió sinónimo de sofisticación.No solo bailaban: contaban historias con el cuerpo, con la mirada, con una sincronicidad que parecía desmentir la posibilidad de que fueran dos. Canciones como “Pollo e champagne” o “Concertino” sellaron su fama, reforzada por sus participaciones en los programas más populares de la televisión italiana y por su cercanía con figuras emblemáticas de aquel universo, como Mina o Raffaella Carrà.

Iconos antes del concepto “icono pop”

Mucho antes de que el término “celebridad” se volviera corriente, las Kessler ya encarnaban la imagen de una mujer moderna y autónoma. Sus coreografías precisas, su estilo minimalista y su profesionalismo las convirtieron en símbolos culturales de una época que buscaba respirar libertad en todos los frentes.

La vida en paralelo: dos casas, un solo mundo

Tras abandonar paulatinamente los escenarios en la década de los ochenta, las gemelas eligieron una vida discreta en Gruenwald. Habitaban dos casas idénticas, una junto a la otra, como si hubiesen querido conservar físicamente la metáfora de sus vidas reflejadas.

Ahí construyeron un universo íntimo: cenas con amigas, paseos tranquilos, rituales cotidianos que no necesitaban cámaras para existir. Sin descendencia y sin vínculos familiares cercanos, decidieron en 2006 donar sus bienes a organizaciones humanitarias, un gesto que decía más sobre su idea de legado que cualquier regreso triunfal a la televisión.

Cuando les preguntaban si extrañaban los escenarios, respondían con una serenidad casi coreográfica: “En absoluto”.

El derecho a elegir el final

Su muerte no fue precipitada ni impulsiva. Fue una elección meditada, conversada y profundamente consciente. A sus 89 años, las gemelas Kessler reconocían que el deterioro físico, la pérdida de autonomía y la posibilidad de vivir separadas eran fronteras que no estaban dispuestas a cruzar.

La legislación alemana permite el suicidio asistido bajo criterios estrictos: plena lucidez, voluntad individual y ausencia de coerción. Las hermanas cumplían con todo. Manifestaron su deseo, recibieron acompañamiento legal y médico, y se despidieron como lo habían prometido: sin miedo, sin espectáculo, sin una primera y una segunda.

La decisión, lejos de romper el aura que las rodeaba, la prolonga.Las Kessler vivieron a dúo, trabajaron a dúo, crearon a dúo. Su partida no podía ser distinta. Fue la última coreografía: silenciosa, simétrica, perfectamente sincronizada.