Keep in touch: la estrategia silenciosa que usan los infieles expertos para no ser descubiertos

Una radiografía emocional cruda, literaria y sin concesiones sobre el método favorito de quienes mantienen una doble vida sin dejar rastro digital

Keep in touch / Viktoriya Skorikova

El keep in touch, conocido como la táctica predilecta de los infieles que jamás caen, consiste en mantenerse presente mediante mensajes constantes para evitar sospechas, crear una ilusión de cercanía y controlar la percepción de su pareja mientras, en paralelo, llevan a cabo una relación alterna. Es un sistema de manipulación emocional que combina atención calculada, ausencia estratégica y un guion perfectamente ensayado.

Keep in touch

Keep in touch / Catherine Falls Commercial

Keep in touch

Keep in touch / Catherine Falls Commercial

El teatro digital del engaño moderno

Siempre ha habido traiciones amorosas, pero pocas tan sofisticadas como las que se construyen desde el celular. Hoy, en un mundo donde la disponibilidad inmediata es la regla y el doble check azul se convirtió en juez, el infiel eficiente ha aprendido a moverse como pez en el agua en los huecos de la cotidianidad. Y ahí, justo en ese territorio difuso donde se mezclan rutina, agenda laboral y mensajería instantánea, aparece el famoso keep in touch, una técnica que no busca desaparecer, sino todo lo contrario: mantenerse cerca… pero no demasiado.

Lo inquietante es su eficacia. Mientras un sector de la población sigue asociando la infidelidad con ausencias marcadas, no contestar, llegar tarde, inventar pretextos, los expertos en la materia optan por una estrategia totalmente opuesta: estar. Escribir. Aparecer. Mantener un hilo de contacto permanente. No para cuidar a su pareja, sino para cuidar la mentira.

¿Cómo funciona el keep in touch?

1. Precisión narrativa es la primera piedra del castillo

Los infieles expertos no improvisan. Construyen relatos. Esbozan escenarios verosímiles, los ensayan, los afinan. Una supuesta junta, un compromiso laboral, un curso interminable o un proyecto urgente sirven de telón de fondo para justificar cualquier ausencia física. No es sólo decir “tengo trabajo”: es describirlo, colorearlo y dotarlo de detalles tan cotidianos que parecen auténticos.

2. La desaparición que no parece desaparición

La clave del keep in touch está en desaparecer… sin desaparecer.Un “voy entrando a la reunión, mi amor” funciona como llave para escabullirse sin levantar sospechas. Desde ese instante, el infiel obtiene tiempo: minutos, horas, en ocasiones toda una tarde. Y mientras la pareja piensa que está en un espacio profesional donde no puede contestar, él o ella está en otro lugar, con otra persona, llevando otra vida.

No hay silencio absoluto. Hay silencio administrado.

3. Mensajes que anestesian la sospecha

Aquí ocurre la verdadera magia.Cada cierto tiempo, el infiel envía una dosis de normalidad para mantener bajo control cualquier sombra de duda:

“Sigue larguísima la junta, ya quiero irme”.“Esto está imposible, luego te cuento”.“Te extraño, pero no puedo salirme”.

Es una coreografía emocional: mensajes breves, ocasionales, lo suficientemente cariñosos para tranquilizar, lo bastante neutros para no comprometerse.Cada mensaje compra más tiempo. Cada actualización refuerza la narrativa inicial. Cada palabra mantiene a la víctima dentro del guion.

4. El regreso triunfal a la "normalidad"

Cuando termina la escena paralela, el infiel vuelve al escenario principal con una frase limpia:

“Ya salí, voy a casa”.

Y con eso, cierra un capítulo entero de su doble vida sin dejar marcas. Si queda algún cabo suelto, basta otro mensaje estratégico: “Tengo poca batería, pero al rato te escribo”.El ciclo está listo para comenzar de nuevo.

¿Qué revela realmente esta técnica?

El keep in touch no es sólo una estrategia digital: es un retrato psicológico. Revela la capacidad de sostener dos mundos sin que se toquen, de manipular tiempos y silencios, de crear realidades paralelas para evitar lo que debería ser obvio: decir la verdad.

Habla de una habilidad incómoda: llevar dos historias en paralelo sin pestañear, moldear emociones ajenas y convertir lo cotidiano en un escenario cuidadosamente iluminado. Y, sobre todo, expone algo todavía más doloroso: la normalización del engaño como si fuera dinámica de pareja.

Más allá del método, vale la pena pensar en otra cosa: ¿Qué ocurre en un vínculo donde alguien necesita maquinar cada movimiento para no ser descubierto?

Porque al final, la técnica no importa tanto. El problema no es el mensaje, sino lo que se oculta detrás.

Cuando esta técnica entra en escena, la relación se convierte en un simulacro: dos personas interpretando papeles distintos sin darse cuenta de que el telón ya está a punto de caer.

Reconocer las señales no es paranoia. Es autocuidado.

Y comprender estas mecánicas no sirve para volverse detective, sino para recordar que la honestidad no se rastrea en un chat… se observa en la vida que compartimos cuando nadie está fingiendo.

Con información de Cultura Colectiva.

Viviana Hernández Bran

Viviana Hernández Bran

Licenciada en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón, UNAM. Creadora de contenido escrito y digital...

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