“Mamina y su aprendiz botánica”: un libro que hace tributo a las abuelas que nos enseñaron la magia de las plantas
El nuevo libro de Gina Jaramillo, ilustrado por Alejandro Magallanes, recupera la memoria amorosa de las abuelas, la magia de las plantas y lazo único que las une con los nietos

Libro Mamina y su aprendiz botánico de Gina Jaramillo y Alejandro Magallanes / instagram Gina Jaramillo
Hay libros que se leen, y otros que se sienten. “Mamina y su aprendiz botánica”, la obra más reciente de Gina Jaramillo, pertenece a esa rara estirpe que no solo se abre: se respira. Desde la primera página, una voz pequeña, la de Rita, nos conduce hacia ese territorio donde las abuelas son la brújula emocional del mundo y donde cada planta guarda un secreto, un ungüento o un consuelo.
Jaramillo escribe desde una raíz íntima: la memoria de su propia abuela, una mujer chiapaneca, cálida y sabia, que hablaba con las plantas con la naturalidad de quien conversa con el viento. De allí brota esta historia que, aunque disfrazada de ficción, palpita como una confidencia familiar. Hay en ella una delicada intención: honrar a esas maminas que, sin protagonismos ni ceremonias, han sostenido generaciones enteras.
Un libro que entrelaza tres historias: la abuela, la niña y las plantas
El relato avanza como un tejido fino en el que conviven tres hilos: la relación entre la niña y su abuela, el paso inevitable del tiempo y el universo medicinal que florece en el mundo vegetal. Jaramillo abre la puerta a ese momento tan contundente, y tan silencioso, en que muchas infancias descubren que la muerte existe. En México, donde la celebramos y la lloramos al mismo tiempo, ese tránsito tiene un peso distinto, más íntimo, más ritual.
Cada visita al consultorio de la abuela, ese espacio lleno de frascos, hojas y aromas, construye un retrato amoroso donde los pacientes llegan con sus malestares y salen con una mezcla de humor, alivio y fe. La botánica aparece aquí como una herencia: una forma de cuidado que pasa de generación en generación sin pedir permiso.
Alejandro Magallanes: un trazo que ilumina la memoria
Hablar de este libro también es hablar del trabajo visual de Alejandro Magallanes, uno de los ilustradores más respetados del país. Jaramillo confiesa que pedirle que se sumara al proyecto le provocó pudor: “el no ya lo tenía”, dice. Pero Magallanes aceptó, y el resultado es un estallido de color que parece pintar no solo la historia, sino la emoción que la originó.
Con apenas algunos recuerdos verbales y pocas imágenes de la abuela real, el ilustrador reconstruyó un universo donde las plantas, los personajes y los espacios vibran con vida propia. Su interpretación es un homenaje a la amistad creativa y a ese territorio compartido donde la palabra y la imagen se vuelven inseparables.
El mensaje: leer para volver al mundo
En tiempos de infancias digitalizadas, Jaramillo lanza una advertencia suave, pero firme: la tecnología está irrumpiendo en nuestras conversaciones, desplazando la atención, rompiendo vínculos. La autora lo llama “tecnointerferencia”, un reflejo casi automático de mirar el teléfono aun cuando alguien nos habla.
Su libro busca lo contrario: una pausa, un respiro, un regreso a lo esencial. “Lo terminas en ocho minutos”, dice, pero esos ocho minutos detienen algo que necesitamos detener: el ruido.
En sus talleres, Jaramillo ha visto cómo los niños atraviesan duelos silenciosos, cómo las plantas se vuelven compañía, cómo la lectura puede ser un refugio afectivo. Por eso este libro es también una invitación a mirar la naturaleza con cariño, a entenderla como una maestra antigua que siempre tuvo remedios para casi todo.
La autora también habla del duelo de su abuela con una delicadeza luminosa. Dice que en México convertimos la muerte en fiesta, pero que la ausencia sigue siendo un golpe que se siente en el pecho. “Las plantas son un centro natural”, asegura, y su fascinación por ellas es evidente: cada hoja tiene un propósito, cada raíz una historia.
Esa misma pasión impregna el libro. Lo convierte no solo en un homenaje, sino en un recordatorio: cuidar la relación con nuestras abuelas es también cuidar la relación con la tierra, con el tiempo, con la vida que pasa.
Si fueras una planta, ¿cuál serías?
Jaramillo elige el “té de pericón”, sin pensarlo demasiado. Le parece una planta “mágica”, capaz de aliviar dolores y ansiedades, barata, accesible, tan común como poderosa. Es un símbolo perfecto para este libro que celebra lo esencial: lo que está al alcance de la mano, lo que cura sin ruido, lo que heredamos sin darnos cuenta.
Un libro para leer rápido pero despacio
“Mamina y su aprendiz botánica” se presentó el 30 de noviembre en la FIL de Guadalajara y llegará a la CDMX este 14 y 15 de diciembre. Es un libro breve, sí, pero hondo. Un recordatorio de que la literatura infantil también puede ser un acto de resistencia amorosa: un puente hacia la imaginación en medio de pantallas que no dejan de parpadear.
Y sobre todo, es una carta abierta a las abuelas, a las que están, a las que se fueron, que nos enseñaron a mirar el mundo con ternura y a escuchar lo que una planta tiene que decirnos.

Viviana Hernández Bran
Licenciada en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón, UNAM. Creadora de contenido escrito y digital...


