Muere Tony Méndez, figura esencial del rock mexicano y guardián de la escena independiente
El guitarrista de Kerigma y pieza clave en el nacimiento de espacios como Rockotitlán falleció tras una larga batalla médica que conmovió a la comunidad musical

Tony Méndez-kerigma-muerte / instagram
El músico Tony Méndez, guitarrista de Kerigma y uno de los arquitectos silenciosos del rock en México, murió después de varias semanas de complicaciones de salud. Su nombre, esencial para entender la consolidación del rock nacional, está ligado a uno de los capítulos más vibrantes de la escena independiente: la creación de Rockotitlán, un espacio que ayudó a catapultar a bandas que más tarde definirían una era.
La noticia de su muerte circuló entre músicos, periodistas y seguidores como un golpe seco. Méndez había permanecido hospitalizado desde hacía semanas, en un proceso médico complejo que obligó a su familia a solicitar apoyo para cubrir los costos de su atención. Quienes lo visitaron en esos días describen una fragilidad que contrastaba con la energía con la que solía tomar una guitarra.
La comunidad rockera, tan acostumbrada a sobrevivir en resistencia, se volcó a acompañar a su familia. Su hijo, Matías, organizó una colecta digital para afrontar una segunda intervención quirúrgica que finalmente no llegó a concretarse. En esos días de incertidumbre, músicos, productores y seguidores revivían anécdotas, conciertos y grabaciones en las que Méndez dejó una huella luminosa.
Kerigma: una banda adelantada a su tiempo
Kerigma surgió a mediados de los ochenta, cuando tocar rock en México era un acto de terquedad y entusiasmo. En un país donde la escena estaba fragmentada y muchas puertas permanecían cerradas, la banda construyó su propio camino.
Aquella aventura nació de la unión de dos proyectos adolescentes: la primera agrupación de Sergio Silva y un grupo que el joven Tony integró siendo apenas un niño. Sus inicios fueron casi míticos: tocadas improvisadas, escenarios prestados y un espíritu de experimentación que más tarde cristalizaría en el disco Esquizofrenia, un trabajo que respiraba audacia en cada pista.
El reconocimiento nacional llegó después, cuando temas como “Tres lunares” se convirtieron en favoritos de diversas estaciones de radio, un fenómeno inusual para una banda sin sello transnacional. Ese impulso permitió que Kerigma se transformara en semillero de voces que más tarde brillarían en el pop mexicano: cantantes que empezaron como coristas de la banda acabaron construyendo carreras propias, un testimonio del talento que se cocinaba en ese pequeño laboratorio creativo.
Rockotitlán y La Rockola: dos refugios decisivos para una escena acorralada
Antes de convertirse en responsable de Rockotitlán, Méndez estuvo al frente de La Rockola, un café que funcionó como oasis para las bandas que buscaban escapar de los llamados “hoyos funkies”, espacios semiclandestinos donde el rock vivía más por supervivencia que por celebración.
En Rockotitlán, la historia cambió. El recinto abrió sus puertas a agrupaciones que después marcarían una época: Caifanes, Fobia, Molotov, entre muchas otras. Allí, Méndez hizo algo que no todos saben hacer: confiar en proyectos nuevos, defenderlos y darles un escenario digno.
Ese lugar no solo ofreció un espacio físico; funcionó como una declaración política y cultural en un país donde el rock aún pagaba la factura social del festival de Avándaro. Rockotitlán sería, con el tiempo, una pieza fundamental en la reconstrucción de la escena.

Viviana Hernández Bran
Licenciada en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón, UNAM. Creadora de contenido escrito y digital...


