Franco Escamilla: la dualidad entre la música y la comedia en De Película

Cuando piensas en Franco Escamilla, de inmediato pasa por tu mente algo que hizo o dijo y te dio risa, así es él, un comediante que con sus rutinas basadas en cosas de la vida cotidiana más una pizca de humor negro y sarcasmo, es capaz de sacarle una carcajada hasta el más serio.

Franco Javier López Escamilla, mejor conocido como Franco Escamilla o El Diablo, antes de convertirse en uno de los comediantes más populares del país y de algunos países de Latinoamérica, se dedicó a la música y también a la locución.

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Nació un 29 de abril de 1981 en Cuautla, Morelos, México, te lo contamos por si pensabas que había nacido en algún estado del norte, ya que su acento al hablar ha confundido a varios.

Pero esto cobra sentido cuando te enteras que a los 16 años, Escamilla se mudó a Monterrey y trabajó en bares, restaurantes y cantinas, de ahí que de repente se le salga lo regio.

Escamilla estudió durante tres años y medio en la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey. Después de haber terminado sus estudios se aventuró a hacer una carrera que lo convirtiera en comediante.

Al principio, cuando pasó tiempo buscando suerte como músico no le fue muy bien, e incluso en algunos de shows ha llegado a comentar que “uno se vuelve comediante cuando no encuentra lugar en la música”.

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Pues se dio cuenta que cuando iba a los bares a cantar la gente no le hacia caso y a los comediantes sí. Fue entonces que Escamilla encontró la forma de subirse a los escenarios a través de la comedia.

Hoy día, hemos visto la evolución de este personaje, pues ha mezclado su carrera musical con la comedia y en ambos proyectos le ha ido muy bien.

Para rematar este escrito sobre su vida, te contamos que el músico también trabajó lavando carros y durante un tiempo cantó en restaurantes, uno en particular fue “Las Monjitas”, en donde también fue mesero, parrillero, cocinero y hasta trovador.

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Finalmente, entre sus pasatiempos favoritos destacan la lectura, le gusta mucho armar cubos de rubik y jugar videojuegos, tanto así que se considera un verdadero gamer.