God of War: Ragnarök ¿por qué debe ser el videojuego del año?

Esta es la razón por la cuál creemos que debe de ganar en Game Awards

Desde el 9 de noviembre, Santa Monica Studio y Sony Interactive Entertainment nos trajeron para PlayStation 4 y PlayStation 5 uno de los mejores videojuegos del año, y con los Game Awards a la vuelta de la esquina, nosotros te platicamos el por qué God of War: Ragnarök debe ganar el premio del videojuego del año (GOTY) 2022.

¿Te quieres sentir un Dios verdadero? Kratos y Atreus te dan ese poder

La narrativa que utiliza God of War: Ragnarök es sin duda una de las más completas de los últimos lanzamientos de esta generación, ya que no solo tiene un arco argumental sólido, que desde el inicio y hasta el final, da continuidad a los personajes. No obstante los desarrolla y desafía con límites, sino que también crea sentimientos de pertenencia de los protagonistas hacia los jugadores, por lo que te sentirás identificado con al menos 1 de los participantes de la historia.

Los momentos de clímax llegan cuando menos te lo esperas y refuerzan el hecho de seguir jugando para descubrir lo que sigue, siempre cuidando no ser repetitivo en las escenas y ofreciendo distintos ángulos que exploran aspectos de la personalidad de Atreus y de Kratos en cada capítulo, haciendo cada parte entretenida y voraz.

Además, la manera en la que se explora la mitología nórdica es espectacular, al igual que en el juego anterior, pero en esta entrega en especial se abordan con mayor profundidad los temas como la lucha de dinastías entre dioses, cómo estos interpretan y expresan emociones como la envidia, ira o desilusión, y también se muestra mejor la forma en la que se relacionan con los mortales, siendo todo lo anterior lo que lleva a una disputa entre nuestros protagonistas y los tiranos de Asgard.

Acción, sangre y nieve por todos lados

La jugabilidad de God of War: Ragnarök es exquisita, logrando fluidez en los movimientos, combinando combos complejos con instrucciones sencillas que cualquier jugador podrá entender, haciendo que en pantalla sucedan muchas cosas, pero pasa exactamente lo que estás planeando sin enredos con los botones, falta de visión en el campo o cuelgues inesperados por errores.

Por ello, el combate y la exploración están bien logrados, lo que causa que el jugador se enfoque más en superar los retos y en disfrutar los paisajes y la narrativa, sin encontrarse con controles complejos. Este apartado es fundamental para que un juego sea GOTY, que tanto los expertos como los novatos puedan disfrutar por igual de la experiencia del videojuego.

El resultado de un buen trabajo de desarrollo

God of War: Ragnarök aprovecha al máximo las capacidades del hardware de la PlayStation 5, y ofrece una experiencia inmersiva a nivel visual y jugable, ya que se siente como uno de los mejores juegos de esta generación.

A nivel gráfico, el rendimiento es excelente, aprovechando los 60 cuadros por segundo estables si seleccionas el modo rendimiento, por lo que a nivel visual que no queda a deber nada, con detalles en las texturas de los personajes y escenarios que se pueden apreciar en todo momento, tanto en combates como en la exploración y cinemáticas, donde estas últimas, no tienen transiciones como tiempos de carga etc.

Además, las funcionalidades de la nueva generación se exprimen el Audio 3D en dispositivos compatibles como barras de sonido o los auriculares Pulse 3D de Sony, los tiempos de carga del SSD son casi nulos, pudiendo reanudar las actividades del juego desde el menú principal del PlayStation 5 en solo un par de segundos, mientras que los gatillos adaptativos y la vibración háptica se hacen presentes todo el tiempo, tanto en las cinemáticas como durante el juego, lo que convierte a esta entrega en uno de los títulos más inmersivos de esta generación.

¿Aún crees que God of War: Ragnarök no tiene los suficientes argumentos para ganar el Game of The Year de este año? También tenemos 5 razones por las cuales debes jugarlo y dejarte así envolver por esta increíble adaptación de la mitología nórdica.

Por Marcos Rabía

Te recomendamos